Creo que parece referirse al miedo de enfrentar. Miedo al rechazo por demostrar. Miedo al duelo y al daño. Miedo al ser excluido o abandonado. Miedo al uso de mi libertad. Miedo a la pérdida. Miedo al inicio sin guión. Miedo a la cobardía.
La necesidad del cobarde para provocar miedo
El escritor y político francés, Victor Hugo, describe al protagonista de su novela Los Miserables como un hombre de fuerza descomunal pero atemorizado por su carcelero. El arrepentido Jean Valjean vive perseguido por el inspector Javert. Un hombre que se escuda en la justicia para coartar la libertad de otro, un hombre que redime su cobardía provocando miedo en alguien con capacidad de superación, que sabe enfrentar el inicio, que conoce y ejerce la bondad.
El miedo que engendra el cobarde es el veneno mortal de familias, empresas, sociedades. Tengo la necesidad de saber si se pueda escapar de este miedo sin salir lastimado. Me pregunto si alguna vez voy a ser capaz de enfrentarlo. El olvido no puede ser la respuesta. La huída sin confrontación es cobardía. Por primera vez, tengo la necesidad de recordar. Por primera vez, tengo la capacidad de dejar de ocultar.
Miedo a lo cotidiano.
Y así, recordando, acabo de encontrar una excelente excusa para el cobarde incapaz de enfrentarse a la estabilidad de lo cotidiano. La rutina provoca tedio, lo cotidiano es aburrido, la estabilidad justifica un abandono, sea laboral o personal.
Para este tipo de cobardes debe ser terrible levantarse cada día para acudir a un trabajo bien remunerado. Seguro que es una tragedia disfrutar de solvencia económica o de una estable vida familiar. Aquellos cobardes que deciden abandonar a sus familias, sus puestos de trabajos y a sí mismos, no son conscientes de que sus miedos tienen importantes secuelas. Primero, para ellos mismos, después para los que tienen que soportarlos.
Miedo a la ausencia
El miedo que sucede a la pérdida de un familiar, pareja o amigo, ese que amputa sin posibilidad de cicatrizar, ese que provoca ansiedad en el recuerdo, es un miedo que fractura emocionalmente.
Desconozco si las soluciones médicas o religiosas suponen una ayuda. No puedo saber si tras una ausencia definitiva debemos vivir medicados o sentirnos bendecidos.
Por el momento, sólo me reconozco como una cobarde atemorizada que intenta recuperar la cordura, la seguridad y aquella fuerza para enfrentar que me daba la aprobación y el reproche justificado de quien ya no está conmigo.