La Travesía

El inicio del viaje

Llevaba casi 25 años seguidos trabajando en la misma empresa. Pensé que el dolor y el vacío que aparecieron en el momento de mi despedida serían algo pasajero, pero no desaparecen, más bien se van transformando en otros sentimientos.

Soy consciente de que cada despido es un mundo y, por supuesto, que aquí hablo solo de mi caso personal. Si a alguien le sirven estas experiencias, pues mejor que mejor, pero no es mi intención dar consejos.

He pasado por varias etapas, la primera de depresión; de un día para otro no solo no tienes trabajo, es que piensas que has fracasado, que te han echado por tu culpa. No te paras a pensar que esto le ha pasado a más gente a la vez que a ti, ni que sea por determinadas decisiones de la empresa, solo tienes en mente que a ti te han dado la patada en el culo.

Unas semanas después te empiezas a acostumbrar al tiempo libre, dejas de comerte la cabeza, te empiezas a mover y entonces te das cuenta de que, a pesar de todo, estar en paro tiene sus cosas buenas. Lo más evidente es más tiempo para uno mismo, hacer cosas que hacías muy de vez en cuando, de repente ves que puedes leer más, tienes menos estrés, quedas con amigos más frecuentemente, no tienes problemas de horario para ir al médico… y en mi caso, también escribir. Completar en una semana las páginas que antes hacía en tres o cuatro meses.

Te acostumbras tanto a la nueva forma de gestionar los días que piensas que puedes vivir así, hasta que caes en que eso es imposible. En algún momento se te acabará la prestación por desempleo y no puedes alimentarte del aire. Tengo 50 años, me queda mucho para jubilarme. Vuelves a pensar demasiado en qué vas a hacer.

Caminando sin rumbo

Y mientras sufres estos vaivenes emocionales estás buscando trabajo, unos días con más ganas que otros, para qué mentir. Desde el principio mucha gente me dijo que buscar trabajo es un trabajo en sí mismo. Y lo es, y de los más ingratos, y, además, no te pagan por hacerlo. La parte técnica, por llamarla de alguna manera, se lleva bien; haz tu currículum, actualízalo, busca ofertas y mándalo… pero hay una parte más anímica, de pensar siempre en positivo, estar activo en las RRSS., sobre todo Linkedin, apuntarte a portales de empleo que te mandan ofertas que no tienen nada que ver con tu perfil, hacerte ver y tener presencia en publicaciones… y, al final, darte cuenta de cuáles son tus puntos débiles, que si no tienes idiomas, que si debes mejorar en el manejo de ciertos programas o herramientas, que si no te apetece nada trabajar por obligación en donde sea…

Sabes cual es el objetivo de todo esto, pero no ves claramente el final del camino. Más bien no lo ves, punto, ni claro, ni nítido, ni difuso, ni lejano, ni leches.

Cómo cuando éramos jóvenes, pero con un cuarto de siglo más

El tiempo va pasando y tú sigues en esta travesía por el desierto, montado en una montaña rusa de emociones y sentimientos encontrados.

Y entonces sin la presión del trabajo diario, llega un momento en el que te sorprendes a ti mismo un martes saliendo hasta tarde a tomar unas cervezas, cuando ya se te había olvidado qué demonios era hacer eso. De hecho, no sabías que había bares abiertos a la 1 de la mañana y, encima, llenos de gente. “Qué guay”, piensas en el momento, ¡esto es vida! Por cierto, es alarmante la cantidad de gente que hay que no hace nada en esta vida, ni trabajar, ni estudiar, y lo peor, ni querer hacerlo. Personas que no tienen dinero y viven al día. Creo que habría que replantearse ciertas ayudas económicas dadas por el gobierno a cierta gente, pero ese es otro tema. Al día siguiente, cuando te levantas para ir a clase, te cagas en el bar abierto, en su dueño y en quien te lió para tomar el penúltimo tercio. Sí, ir a clase he dicho.

Parte de ese tiempo libre que ahora tengo, y que quiero aprovechar para cuando no lo tenga de nuevo, ha sido la de cursar algún tipo de estudios complementarios. Entrar en alguna academia para aprender algo que te gusta y que, muy importante, no te obliga nadie a hacerlo, es reconfortante, aunque eso implique menos tiempo libre, estudiar y esforzarte. Además, el hecho de conocer gente nueva, con la que compartes, al menos, el interés por aprender del mismo tema que tú es muy agradable. Eso sí, dicho sea de paso, la mayoría de los alumnos de la clase podrían ser mis hijos por edad…

No importa, vas a obtener conocimientos por el simple de hecho de adquirirlos, porque quieres, no porque tu empresa espera que aprendas algo para realizar algún trabajo para ellos. Sí, te pueden servir para eso más adelante, pero de momento estás en clase por el mero placer de aprender.

Sin embargo, ahora entre búsquedas en LinkedIn, preparar entrevistas, mandar emails, cursos, deberes derivados de ellos y tal y tal… estoy más agobiado que cuando trabajaba. Que no, que no exagero, lo digo en serio, hay días que me faltan horas. He dejado de leer y de escribir y veo que hasta que pase este trimestre así seguiré. Sí, sigo viendo series a última hora del día, supongo que eso me exige menos esfuerzo que otras actividades, pero cuando trabajaba veía más capítulos que ahora y no me quedaba dormido. Para los que me conocen, sí, sigo viendo los partidos del Real Madrid, siempre ha habido cosas sagradas.

En cualquier caso, he conocido gente en mi situación que se pasaba el día en casa encerrado sin hacer nada, al principio puede ser una buena opción, pero cuando se te acaba el paro y ninguna empresa te ha llamado para contratarte (algo complicado si no has buscado a nadie que lo haga) tienes un problema. No es mi caso.

La travesía continúa…

Compártelo!

Acerca de Javier Miranda

Javier J. Miranda (Madrid, 1972) trabajó durante más de 20 años como creador de contenidos en Nintendo. Se define como un contador de historias en el formato que sea, lo que le ha llevado a escribir libros, dirigir una película y crear un videojuego. Dicen que le queda entrar en el mundo del comic, pero él asegura que, antes de realizar una novela gráfica, debe terminar la trilogía sobre el pueblo maldito, Vidal de la fuente, en la que está enfrascado.

3 comentarios

  1. Hola Heriberto, siento que sepas de qué hablo porque eso significa que estás como yo. La gente no se da cuenta del problema hasta que le pasa a ella. Pero según comentas estás en el camino correcto, ya se ha publicado la segunda parte de la travesía, ahí verás a qué me refiero. Por cierto, hago un comentario sobre a donde van nuestros impuestos y no quiero que se me entienda mal, por supuesto que debe haber prestaciones para la gente que no tiene trabajo y QUIERE trabajar. Me quejo de la gente que tiene una prestación y NO quiere tener trabajo para no perderla. Un saludo y mucho ánimo. Pronto nos escribiremos desde otra situación.

  2. Heriberto de Vicente Sancho

    Hola, Javier, me veo reflejado prácticamente en todo lo que comentas, actualmente sigo en búsqueda de empleo, perdí el anterior a primeros del 2018, tengo 55 y unas ganas tremendas de ayudar. Creo que lo conseguiré, no he cambiado mis objetivos, me centro en lo que me gusta, me apasiona y conozco, pero la edad es una barrera casi infranqueable, pero caerá, como digo yo coloquialmente, ya caerá.
    ¡Animo y suerte¡

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *