Cae y Levántate. Cae, recupérate y levántate. Cae, recupérate, levántate y encuentra la forma en que no vuelvas a caer para que no necesites levantarte. Esto es imposible. No hay fórmula que valide una lección de motivación fraudulenta sobre la necesidad de aprender de los errores, evitar las caídas o ignorar las tragedias.
Si alguien se empeña en ofrecer un caramelo para endulzar decisiones equivocadas o golpes trágicos, caídas constantes o errores similares no dejes de descubrir a ese provocador cuentista que pretende esconder en papel de regalo la urgente necesidad de enfrentar cada día de vida.
Nadie está libre de sufrir, equivocarse, arruinarse, perder trabajo, familia o bienes. Nadie está libre de sentir la necesidad de abandonar todo, de tirar la toalla, de protagonizar una pesadilla alejada de un dulce cuento con final para comer perdices. Si me dejan elegir, prefiero cuentos como “El mayor de los regalos” (The Greatest Gift) escrito por Philip Van Doren Stern en el que está basado el guion de la película Qué bello es vivir del director Frank Capra.
La historia de George Bailey, interpretado por James Stewart, es totalmente reconocible. George busca suicidarse porque está superado por la vida, por la expectativa de la vida. No sabe distinguir lo bueno que tiene y sólo quiere hundirse en lo más profundo del mar sin capacidad para superar un penúltimo escollo.
George Bailey no puede reconocerse como cuidadoso padre de familia, como buen hermano, como envidiable amigo o profesional cualificado. Se considera incapaz para seguir viviendo o al menos, la ruina de la empresa para la que trabaja le ha incapacitado. Necesitará reflexionar sobre las razones que le llevaron a esa ruina y las razones por las que esa ruina no debe arruinar su vida.
Nació viejo
Para su padre, George Bailey nació viejo. Nació con un exceso de responsabilidad. Para su padre George nació para entender, ayudar, expresar lo que otros no pueden, buscar la salida del laberinto o aferrarse a las responsabilidades, para descartar lo malo, para cerciorarse que los buenos valores deben prevalecer en todos los ámbitos. Sin embargo, eso no significa que el resultado sea un camino de éxitos ni laborales ni personales.
La expectativa académica de George se diluye cuando debe hacer frente a un negocio familiar. La expectativa de realizar viajes desaparecerá también con el mismo negocio. Arruinado profesionalmente ¿qué le queda a George? ¿Sólo su familia? ¿Sólo sus amigos?
Mi padre murió más rico que usted
La riqueza no es de bienes materiales. No es económica. De verdad, os confirmo un nuevo engaño. Que manía con equivocarnos con tanta motivación económica para adquirir posesiones efímeras, tan efímeras como la vida. La riqueza está en la familia, está en los amigos. Que sí. Que no lo quieres entender. Entonces, es que no tienes familia y no tienes amigos. Los amigos están ahí en lo más grave, en las caídas, en las tragedias, los fracasos y las miserias. ¿De qué nos sirven si sólo nos acompañan cuando estamos disfrutando de momentos placenteros? Cuidado. He añadido “sólo” y lo vuelvo a reiterar. Sólo para lo bueno, nada más. Para la bueno ya sabemos que nos sobran candidatos. El padre de George murió arruinado económicamente pero su riqueza estaba en todos los amigos que heredará su hijo. Aquellos amigos que el hombre más rico del pueblo en el que vive George Bailey nunca jamás tendrá. A quien George podrá enfrentar y espetar: “Mi padre murió más rico que usted”. Tenía amigos de esos que están en lo malo, de esos que están contigo, también cuando ya no estás.
Detrás del arbusto de hortensias
La familia, podemos tenerla y hacerla. La que tenemos, nos cuida. La que tendremos, necesita de nuestros cuidados. A veces, no la vemos porque está medio escondida detrás de un precioso arbusto de hortensias. Así estaba Mary, la mujer de George Bailey. Escondida para que sólo George pudiera encontrarla. Siempre ahí y sólo para él. No es posesión, no malinterpretemos. Es fidelidad. Palabra y concepto que pretenden diluir y que no está de más, fortalecer.
A veces, desconocemos que ampliaremos esa nueva familia viajando a miles de kilómetros de distancia de nuestra ubicación o de nuestra imaginación. Y cuando esto ocurre, los recién llegados nos desequilibran nuestra expectativa, nos endurecen el carácter, nos alteran nuestra responsabilidad.
Puede ocurrir que no nos reconozcamos pero lo importante es saber que la expectativa puede modificarse sin previo aviso, que la responsabilidad puede ser sobre los demás sin olvidarse de uno mismo y que el carácter se fortalece sin necesidad de agriarse. Y, por supuesto, que el mayor de los regalos es vivir. Sin más.
La verdadera riqueza, nace y se desarrolla durante la niñez; la niñez, esa etapa de la vida, a veces, tristemente vapuleada por insensatos.
Llegados a una edad, y ante la adversidad, si tienes hijos, céntrate en ellos por encima de todo. Si no los tienes, o no tienes nada que ofrecer a los demás, puedes irte en paz cuando quieras; aquí nadie viene para quedarse indefinidamente. Tus amigos y pertenencias siempre van a quedar en buen recaudo.
Moraleja: los niños son la máxima expresión de la vida y receptores de esa evolución que da sentido a tu existencia. Si te vas por los cerros de Ubeda, no solo te la complicas, también debes asumir las consecuencias. Es difícil ir a contranatura.