Tráete el portátil el viernes
Todos sabemos que nos pueden despedir en cualquier momento. La empresa donde trabajamos puede cerrar, o hacer reajustes de personal, o cambiar la forma de trabajo, o la llegada de un nuevo responsable establece que se necesita otro perfil o el recién llegado da un nuevo enfoque donde no encajas. Sin embargo, cuanto más tiempo pasas en un puesto, más complicado te resulta pensar que eso pueda suceder. Casi un cuarto de siglo llevaba yo.
Llevas 25 años trabajando en una empresa en la que estás contento (y ella contigo), que va bien y no tiene problemas económicos, donde varios de tus compañeros son ya amigos… y un día te dicen que devuelvas el portátil. Entonces fue cuando me di cuenta. La canción “Va a estallar el obús” del grupo de heavy metal español Obús. “Muy apropiado” recuerdo que pensé.
“Trae el portátil”, aparentemente, solo te indica que recojas el ordenador de la empresa que tienes en casa y te lo lleves el viernes a la oficina, pero a mí me dio a entender que estaba despedido. Estaba teletrabajando y no había ninguna razón para ir al final de la semana físicamente al trabajo, y aunque la hubiese, no tenía sentido llevar el aparato cuando solo lo usaba para conectarme en red al PC de la oficina. La única razón era que quisieran recogerlo.
Pasé el resto de semana de la mejor manera posible, sin dormir más de una noche, y el viernes me presenté a primera hora en la oficina, sí, con el dichoso portátil. Media hora después tenía mis papeles firmados y un montón de “nosotros no queríamos” y “hemos hecho todo lo posible”. No me malinterpretéis, no se portaron mal y estoy seguro de que no lo han hecho por gusto, esto no es ni mucho menos una crítica a la empresa, pero el caso es que estás, de repente, engrosando las listas del paro y todas esas frases te suenan vacías. Sí, podía ser peor si sales de mala manera o sin indemnización, siempre puede ser peor, pero eso no convierte el despido en algo bueno. No importan las razones de la salida, en ese momento te planteas que solo eres un número para cierta gente, aunque tú te miras al espejo y ves una persona.
Una nueva vida
Cuando esto ocurre, según te toque en una época u otra, te será más o menos difícil encontrar un nuevo trabajo. No es lo mismo que las cifras del paro estén en 6 millones que en 3. Pero tampoco me quiero centrar en eso, al menos en este primer escrito, sino en tu estado mental. Al llevar tanto tiempo en el mismo sitio, el primer problema no es tanto encontrar otra cosa, sino más bien el ¿qué ha pasado con mi vida? Cambia radicalmente la forma de empezar cada día, de usar tu tiempo, de salir o realizar gastos, tu humor, tu estado de ánimo y, además, dejas de ver a gente, al menos regularmente, con la que convivías a diario. Tu vida cambia de golpe.
Vendedores de sombras
Y antes de darte cuenta de eso, llegan los “lo siento mucho, que putada” de tus excompañeros o de conocidos, cosa que se agradece si se hace con delicadeza y sinceridad, pero también aparecen esas personas a las que yo denomino “vendedores de sombras”, los cuales no saben bien cómo animarte. Me refiero a esos que te dicen, “has tenido suerte”, “ahora puedes buscar algo mejor”, “esto es para bien” y, sobre todo, el “ojalá me hubiera pasado a mí”. Vamos a ver, si tan mal estás o tantas ganas tienes de dejar tu trabajo, déjalo, ¿quién te lo impide?, busca otra cosa y deja de quejarte de lo mal que vives. Pero no, solo es bueno que te echen a ti, ellos están “muy mal”, pero ni buscan otra cosa, ni plantean a la empresa una salida pactada, ni nada, solo se quejan. Te dicen cosas como “claro, no me voy a ir a otro lado donde me paguen menos y encima el curro sea peor”, mierda, no estarás tan mal entonces… A uno de estos “vendedores” le contesté, si tan bien te parece, te lo cambio, tú vas al paro y yo me quedo con tu puesto. Ni respondió, ni he vuelto a saber de él.
Ahora me queda levantarme y hacer un “Here i go again” como dice la canción de Whitesnake, pero eso lo contaré en otra ocasión. Todavía no estoy preparado.
Veo que sabes cómo me sentí… pero bueno, siempre adelante, ¡hasta el final, vamos Real!
«Gusanos locos escupiendo luz
Abren sus fauces engullendo a la multitud»
Al igual que mi querido «Here I go again”, también es un pedazo de tema la Travesía urbana del Barón…
Y todavía más si cabe el Resistiré, el de verdad, del año 82, también de los barones rojos (no esa cosa del duo dinámico, a mitad de camino entre plagio y basura, reconvertido en himno de la pandemia). Siempre resistir hasta el final, eso te da la victoria siempre, en todos los ámbitos de la vida…
«Aunque siempre vigiléis
Y mis datos proceséis
No es tan fácil hacerme callar
Resistiré
Resistiré hasta el fin».
No que no es nada agradable que te manden al paro, si bien en ocasiones hay excepciones que confirman la regla. De hecho, hay veces que un despido es más difícil de digerir que un cocido para ocho dividido entre tres sin licor de limón por medio. Pero es otra historia. Lo que sí es cierto es que a veces vale mucho más un abrazo o un apretón de manos sincero y callado que un montón de palabras estériles. Palabras más, palabras menos. Y al poner el pie en la calle, de repente el vacío.
No obstante, en ese tránsito por una tierra de nadie por la que, de un modo u otro, todos hemos transitado en algún momento de nuestra vida, hay momentos en los que sabiendo de donde se viene no se sabe a donde se va. Por eso puede ser hasta bueno recorrer en soledad esa, en ocasiones, larga calle de incertidumbres y retos, desconocimiento y encuentros para volver otra vez, por nuestros propios medios a nuestros fueros, y sin perder demasiado tiempo decidir qué hacer con el que todavía nos queda por vivir.
Porque sí, y en el caso que nos ocupa, así puede suceder durante mucho tiempo, y también puede parecer un sinsentido que tras una nueva travesía urbana, una más de tantas igual a las anteriores, viajando en esos gusanos locos que escupen luz, llegar a casa con la sensación de, entre unas cosas y otras, “vaya diíta que llevo. Casi me mato. ¿Y todo por qué? Por dinero, dinero”. No parece un pensamiento demasiado optimista, a no ser que un pesimista sea un realista bien informado. No obstante hay un pensamiento que casa bastante bien con el carácter del español, que además invita al optimismo. Y es que aquí, quien resiste, gana. Pues eso, resistir, resistir hasta el final.
Por cierto, “Here I go again”. Pedazo de tema, oiga.