La suerte, en su acepción de azar, existe siempre que exista la casualidad. Si algo no es casual no se puede hablar de suerte. Es muy fácil decir que alguien ha tenido fortuna cuando las cosas le van bien, pero la gente que lo comenta rara vez se para a pensar en todos los detalles que han llevado a esa persona a estar donde está o a tener lo que tiene.
¿Es una cuestión de azar ganar la lotería?, evidentemente. Incluso así, para optar a ella, habrá que jugar, y cuanto más juegues más probabilidad tendrás de obtenerla. ¿Es suerte nacer, por ejemplo, con una habilidad innata para jugar al baloncesto?. Puede serlo, pero con la misma capacidad habrá jugadores que lleguen a lo más alto y otros no.
Una partida de mus
Jugando el otro día contra una pareja que casi siempre pierde, me decían que no se podía jugar conmigo porque siempre cogía mejores cartas. De tanto quejarse, llegó un momento en que hasta me hicieron pensar si era verdad, y fui contando las jugadas ganadoras en la siguiente partida. Al terminar, ganando de nuevo, vi que efectivamente había cogido más jugadas buenas que mis oponentes, no era algo escandaloso, pero sí eran mayoría, pongamos que de cada diez yo ganaba 6 y ellos 4. Si el análisis se queda aquí, no sé qué hago jugando a las cartas en vez de echar boletos de euromillones.
Sin embargo, también constaté otro detalle, resulta que en su forma de jugar hacían descartes raros, quedarse con tres cartas de las 4 en la primera mano, y en la segunda ronda no tener ni pares ni juego. En su cabezas estaban buscando la jugada perfecta y con esa nueva carta tener pares, juego y todo bueno, pero para el resto de los mortales que sí sabemos jugar, tenemos en cuenta que ese descarte buscando el milagro te quita la posibilidad de tener cientos de jugadas ganadoras. Te saldrá una vez de cada diez o veinte veces que lo intentes, pero en el resto es más fácil que yo tenga una jugada mejor gracias a tu mala forma de descartarte. Claro, si tú estás jugando mal, confiando todo a tener fortuna, y yo juego a buscar la mejor jugada posible con la mano que tengo sin fiarme de un golpe de azar, lo lógico es que yo acabe ganando y, aparentemente, con mejores cartas. Es fácil ocultar tus carencias echando la culpa a la suerte (buena o mala).
Desprestigiar el talento y el trabajo
¡Qué suerte tiene este chico!, oí decir el otro día a alguien sobre Nadal. No sé muy bien si se refería a que gana por ella, o a que incluso teniendo mala suerte (lesiones durante su carrera, una malformación en el pie que le hace jugar con dolores o el pie dormido, que le haya tocado la parte del cuadro más complicada o que se jugara de noche cuando él prefería de día) es capaz de sobreponerse a todo. Si se refiere a lo segundo, llamarlo suerte es ignorar la inquebrantable fuerza de voluntad de una persona que, teniendo un talento innato, ha trabajado, entrenado, peleado y se ha esforzado de forma sobresaliente para tener los títulos que tiene. Hace pocos días ganó otra final, la 14ª, en Roland Garros, ha ganado todas a las que ha llegado, ¿de verdad se puede pensar que eso es casual? No se puede hablar de suerte.
Cuando unos pocos días antes el Real Madrid se impuso en la final de la Liga de Campeones de fútbol (UEFA Champions League) al Liverpool también se habló de suerte. Viendo el partido, pues, evidentemente, los ingleses crearon más peligro. Cuando tu mejor jugador es el portero, efectivamente, pueden haber jugado mejor que tú. Y podemos dejar el análisis aquí, como en el mus… O podemos pensar todo el trabajo defensivo que hizo el equipo en la final o en los partidos anteriores, donde se eliminó de manera completamente inesperada a los grandes clubes europeos con dinero de multimillonarios o directamente de Estados; PSG, Chelsea y Manchester City.
Cuando pasa una y otra vez, cuando esos que son muy buenos son incapaces de meter goles (esté bien el portero o sin estarlo tanto) o los marcan, pero defensivamente son frágiles y los reciben, pues a lo mejor es que el rival no es que tenga tanta suerte y lo que ocurre es que no juegan tan bien como nos venden.
“Es que los madridistas llegaron una vez y marcaron”, vale, mira cómo se llegó esa vez… ¿fue de un patadón que manda el balón a rebotar en la cabeza de alguien, cae a los pies del delantero que falla en su tiro, pero da en una rodilla y esto hace que entre lamiendo el palo sin querer? No. Es un jugadón donde la calidad de cada uno de los participantes hace imposible fallar ese gol. Eso no es azar, eso no es casualidad, eso es talento.
“Pero los ingleses no son malos y han tirado 10 veces”, bien, lo mismo ningún tiro era en las condiciones óptimas, o esos jugadores no tienen tanto talento, o el portero (que también juega) conoce a la perfección desde dónde y cómo ejecutan los disparos sus rivales.
Cuando un equipo con cinco jugadores considerados estrellas no logra marcar goles de forma clara durante un partido entero, a lo mejor es que el trabajo defensivo del rival ha influido y no solo es azar. O puede que el entrenador haya estado más acertado.
Como decía al inicio, cuando la casualidad no existe, es que hay algo más que suerte. Ganar un campeonato de este nivel un año podría ser algo casual, pero ganar 5 en 8 años no lo es en absoluto.
Tal vez esos equipos, además de participar con las reglas a su favor (pudiendo gastar más dinero que el resto por la ilegal complicidad de la UEFA) deberían aprender a competir, darle más importancia al talento y al trabajo que al dinero, y dejar de pensar que la suerte acompaña siempre al que gana. Les iría mejor, seguro.
Tengo claro que la búsqueda de empleo no es quedarse sentado esperando tener suerte. Del mismo modo que tengo claro que juego bastante bien al mus, que Nadal tampoco la he tenido nunca, o que el Real Madrid no sabe ni lo qué es eso.
«Cuando unos pocos días antes el Real Madrid se impuso en la final de la Liga de Campeones de fútbol (Uefa Champions League) AL Liverpool también se habló de suerte».
La suerte es, ni más ni menos, aquella cosa difusa que básicamente sirve para errores, malas decisiones en lugar de pensar sobre ellos y mirarlos a la cara. O nuestra propia ignorancia. Pero hay otro tipo de «suertes» y de cómo enfrentarte a tu enemigo. Y en este caso la primera de esta «suertes» empezó en septiembre del año pasado usando se dio el pistoletazo de salida a una nueva edición de la UCL y se abrió el portón de los sustos y ver salir por él al enemigo con el que has de medir tus fuerzas, posibilidades y confianza ante lo que ha de venir. Así pues, esta primera toma de. contacto, a pesar de algún derrote inesperado, «Madrileño de Chamartin» pasó esta primera suerte de un modo aseado. Pero justo a continuación otra toda lógica y saltándose el reglamento a la torera, el presidente del festejo justo antes del toque de clarines y timbales, pasó previo a la suerte de varas, y para escándalo de unos y regocijo de otros, decidió que había que devolver a «Superligito» a los corrales arropado por varios cabestros más. En su lugar salió «Trilero», un morlaco negro y veloz que el mayoral de la ganadería Uefa tuvo a mal de enviar en un por si las moscas., el cual puso en serios problemas en esa lucha tramposa contra el subalterno. Pero éste, en tercer puyazo para la historia bajó los humos le rebajó los humos, sensación igual a la sensación tanto el respetable como el detestable, deseoso que el toro se llevase por delante al matador. De nuevo clarines y timbales para anunciar el cambio de tercio, de la suerte de varas a las banderillas, suerte de poder a poder donde el diestro pudo lucirse a excepción del último par donde el diestro estuvo muy apretado por Trilero estando a un paso de sufrir un disgusto fatal.
Llegó el último tercio, el más esperado por todos y anhelado por muchos, especialmente los de «El 7». La lidia. Durante la mayor parte de ella, Madrileño de Chamartín se mostró por debajo de su enemigo, si bien aguantó bien sus embestidas para, poco a poco según avanzaba la lides recuperarse, y con una tanda de naturales hondos y sentidos, parando, mandando y templado a Trilero, levantando al respetable de sus asientos respondiendo a la gesta del diestro con una clamorosa ovación.
La ejecución de estos tres tercios con sus suertes propias y de menos a más, de poco hubiesen servido si en la suerte suprema Madrileño de Chamartín hubiese fallado con la espada : el gol. Madrileño bregó y bregó contra las acometidas de Trilero, pero una vez cuadrado el toro en la suerte contraria, el matador entró a matar con la decisión de saberse jugar el todo por el todo. Una estocada en todo lo alto, mortal de necesidad. La delgada linea roja que separa los aplausos con saludos, reconociéndose así la buena labor del diestro. O por el contrario que Madrileño de Chamartín, como así pasó, saliera por la puerta grande portando los trofeos de su enemigo: las dos orejas -la orejona- y el rabo. El de Aleksander Ceferin.
Suerte? Por los c…. Pero esto es sólo una opinión.