¿Te acuerdas de la última vez que jugaste?
Sino fue ayer, hoy, o el fin de semana deberías pensarlo…
Jugar es la actividad más importante que podemos hacer para nuestra salud, tanto física como mental. Los beneficios son tan grandes que deberíamos dedicar todos los días tiempo para jugar.
Coordinación, habilidades motoras, sociales, emocionales. reduce el estrés y la ansiedad. Favorece la creatividad y la imaginación. Estimula nuestro cerebro, mejora habilidades cognitivas como la memoria, el lenguaje, la atención y el pensamiento crítico.
El juego no es sólo cosa de niños, al contrario, sirve para mantener y fortalecer habilidades. Las personas mayores necesitan jugar todos los días y tienen el tiempo para hacerlo.
Hace un año fui al Hospital Puerta de Hierro a visitar a un amigo que le habían operado de la cadera. Allí conocí a Luis un hombre de 80 años, que había perdido la capacidad de hablar debido a un accidente cardiovascular.
En mi casa tengo muchos juegos de mesa, durante años he viajado por Asia y muchas veces a China, para comprar juegos, juguetes y videojuegos.
La mujer de Luis, María de 86 años se había dado por vencida y asumía que su marido no volvería a tener un lenguaje fluido, hasta le había comprado una pequeña pizarra para cuando no le entendía. Sus palabras entrecortadas eran de difícil comprensión. Notaba que Luís se esforzaba por hacerse entender.
Días después volví a ver a mi amigo pero llevé un regalo para Luis: El juego de cartas de estimulación cognitiva para adultos, un entretenido juego de mesa.
Al entregarle el juego no entendía que fuese para él, sus ojos de alegría… los tenía vidriosos como si fuera a llorar. Noté ese nerviosismo como cuando a mi hijo de pequeño, recibía en reyes ese juguete que había escrito el primero de la carta y que deseaba con todas sus ganas.
Ante mí un hombre mayor, abatido de una lucha sin tregua en la vida. Sus arrugas de cara y manos, mostraban el peso irremediable de los años. Ese pequeño brillo en sus ojos azules, de esperanza, iluminó mi corazón y un bienestar inusual me invadió.
Su sonrisa transparente, su cara de satisfacción, sus manos agarrando las mías al explicarle las instrucciones, consiguieron que yo también me emocionase.
A mi amigo le dieron el alta, aún así fui al hospital a ver a Luis y María, sentía curiosidad por saber cómo se encontraba…
Mi sorpresa fue doble porque al entrar en la habitación estaban jugando al juego con su mujer y su nuevo compañero de habitación. En sólo unos días su lenguaje había mejorado, su enorme sonrisa y su posterior abrazo como si de un hijo que no tuvieron se tratase, lo tengo con afecto como un gran recuerdo, con orgullo de que a veces, pequeños detalles cambian la vida de las personas.
Me quedé jugando varias partidas y volví feliz a mi casa, había hecho algo bueno para una buena persona, que en su ocaso, nunca olvidaría, como me comentó con esa voz ronca apretando con fuerza mis manos.
Juega todo lo que puedas porque la vida es un juego donde nadie sabe cuándo se termina la partida.