El Salario Emocional… Ese gran desconocido que nunca acierta.

Hasta hace pocos años el salario emocional era el gran desconocido, aunque hoy sigue siendo muy poco conocido, o mejor dicho, acertado. El trabajador cobraba su salario normal, sus pagas extras y poco más. De vez en cuando recibía una cosita como la cesta de Navidad y todos tan contentos.

Descorchábamos un día de diciembre una botella de cava y todos estábamos felices (o eso parecía).

Pensamos que nuestros trabajadores están ahí para cobrar sus 1000 euritos al mes que marca la ley y todos están felices porque tienen algo que llevarse a la boca, pero realmente, y más en estos tiempos es cuando tenemos que valorar que hay muchas más cosas detrás, que no vemos o no queremos verlas.

Ahora mismo el concepto salario emocional está muy implantado en muchas empresas y sobre todo en las de nueva creación y las que quieren ponerse al día en las nuevas tendencias de recursos humanos (agile, sociocracia, etc).

Recuerdo que hace un tiempo un ex – jefe se dio por muy ofendido porque yo había hecho un comentario en una red social sobre un salario emocional patético y poco motivador, pero ni se paró a pensar si su supuesto salario emocional era el correcto o si yo estaba hablando de otros salarios emocionales. Patético y ridículo. Evidentemente su salario emocional era eso mismo patético y ridículo.

El salario emocional, no nos paramos nunca pensarlo, es un tema muy serio a tratar. No todos los trabajadores exigen lo mismo, ni necesitan lo mismo (sí, exigen, porque si no reciben lo que necesitan, lo que quieren o no se sienten valorados… se van); tal vez a mí me venga mejor un abono deportivo que una cesta de Navidad llena de chocolate y alcohol; o tal vez a un compañero, le venga mejor un cheque regalo de “Mercacompra” que un viaje a la Cochinchina: ¿A qué nunca lo habéis imaginado

¿Cuántas veces se han parado a pensar desde el departamento de personas cuál sería el salario emocional correcto para cada uno de nuestros trabajadores?

La respuesta es clara y concisa: NINGUNA.

Porque quita tiempo, porque no le conocemos bien, porque no me cae bien, porque… porque mal, muy mal.

Y luego vamos de implantadores de nuevas tendencias.

¡¡¡¡¡PERO SI NISIQUIERA LO ANALIZAMOS!!!!!

La personalización y el cuidado de los trabajadores está en nuestras manos y no nos estamos dando cuenta hasta que hace poco más de un año llegó una pandemia que ha hecho estragos tanto en los recursos humanos con sus bajas, como en los procesos de fabricación, en los resultados, en las fugas de talento y sobre todo en los beneficios de la propia empresa.

A todos nos gusta un regalito o una felicitación en tu cumpleaños o un detalle como un apoyo cuando logras algo en tu trabajo, para sentirte parte de una unidad. Pero desgraciadamente ocurre poco. Y cuando eso sucede… Crack!

En primera persona puedo contar numerosas ocasiones en las que me he sentido como paseando en agosto con 45º en el desierto de Tabernas en mitad del poblado del oeste americano donde grababan las películas de Leone con el gran Clin Eastwood (por cierto, maravilloso, espectacular, os lo recomiendo cuando la pandemia pase y nos dejen movernos entre comunidades).

El no sentirse escuchado, el no sentirse parte de un equipo, el no sentirse apreciado en una compañía es el peor salario emocional que te pueden dar.

De ahí la importancia de conocer a cada uno de los trabajadores para poder detectar cuáles son sus verdaderas necesidades y cuáles son sus verdaderos valores, porque aunque todos veamos defectos en el otro todos tenemos grandes virtudes.

Mi teoría es muy sencilla: Si adaptásemos el salario emocional a cada uno de los trabajadores el resultado en nuestra producción y en nuestro bienestar común sería mucho mayor lo cual se traduciría en un rendimiento del equipo notablemente más acentuado y por consiguiente una eficacia y efectividad mayor del trabajo.

Las merendolas, los desayunos y las reuniones tipo “Cámara Café” no ayudan a evitar charlas, cotilleos, reuniones sobre terceras personas y todo ese ambiente tóxico que muchas veces sin darnos cuenta motivamos, es una de las cosas más negativas que se pueden dar en una empresa, ya que no puedes evitar que una vez lanzado ese comentario, no llegue a oídos de las personas implicadas y eso al final no es más que una traba extra al bienestar del equipo.

Recientemente se me ha planteado esta situación en un equipo y he notado el malestar de un extrabajador, evidentemente; se intenta provocar una cierta cercanía entre los integrantes que se quedan pero a la larga “sabes que cuando te levantes de la mesa vas a ser el tema de la conversación”, frase que leí hace unos días en LinkedIn y que decidí adoptarla.

Evidentemente estoy hablando de unas hipótesis que habría que analizar mucho más profundamente, pero visto y sentido desde primera persona creo que sería una gran solución para sacar mucho más partido a esos grandes equipos que tenemos en nuestras empresas y que muchas veces no sabemos cómo motivar.

Intentemos crear ambientes muchos más sanos, realmente conozcamos a cada uno de los integrantes de nuestros equipos; conozcamos sus gustos y sus aficiones, premiemos cada uno de los logros sin denigrar a otros.

Estamos en el siglo XXI y estoy segura qué seremos capaces de amoldarnos a los nuevos tiempos que nos acechan.

¿Algo que objetar? 😉 

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Acerca de Lidia Reina

Profesional del trato humano y personal en ámbitos laborales, Máster en RRHH. Apasionada por el deporte y la salud, con estudios de Historia realizados en la Universidad de Deusto y Licenciada en Historia del Arte por la UCLM soy una amante de las letras y de, a través de ellas, activar mentes y remover ideas. Coach deportivo y empresarial, accesible, cercana, cuyo lema es: “Haz lo que te deje dormir tranquilo”

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